ALTERACIONES EN EL SUEÑO

¿Cómo podemos mejorar los hábitos del sueño en las distintas edades Pediátricas?

Dra. Magaly Bottaro Omaña.

El sueño como proceso debe ser adaptativo y desde las primeras etapas de la vida hasta la adolescencia, está sometido a una lenta maduración.

El sueño constituye una función biológica evolutiva cuya calidad en las distintas etapas de la niñez depende en gran medida de la manera como los niños son educados y de los factores psicosociales o relaciones que establecen con su entorno inmediato durante el día. El sueño como proceso debe ser adaptativo y desde las primeras etapas de la vida hasta la adolescencia, está sometido a una lenta maduración.

A continuación mencionaremos algunas recomendaciones básicas a considerar en términos muy generales para lograr una buena calidad de sueño y un adecuado proceso de transición vigilia-sueño según los distintos grupos etarios.

En los primeros 2 meses de vida:

El recién nacido duerme mucho, pero no puede hacerlo de forma seguida. Cada 3-4 horas se despierta. Necesita comer, pero también que le cambien los pañales e interactúen afectuosamente con él. Después de comer, inicia lo que se llama sueño activo y durante éste, el bebé mueve los ojos, hace muecas, respira irregularmente, emite algún sonido y realiza pequeños movimientos con las extremidades. Después de unos 30-40 minutos, el bebé entra en sueño más profundo, en el que está totalmente relajado y respira de forma suave y regular. Esta etapa se denomina sueño tranquilo y continua alternando estos dos tipos de sueño (activo y tranquilo) hasta que al cabo de 3-4 horas se despierta.

Se recomienda:

  • Alimentarlo durante el tiempo y la forma correcta, bien sea con lactancia materna, la cantidad adecuada de fórmula infantil propia de la edad o con lactancia mixta (materna y fórmula) de tal manera que el bebé quede satisfecho y pueda conciliar luego un sueño placentero.
  • Es importante que el bebé permanezca despierto mientras come, así empezará a asociar comida con la vigilia y comerá más y mejor.
  • Después de cada comida, se recomienda tener al niño despierto en brazos durante unos 15 minutos. Esto favorecerá la eliminación de gases y evitará cólicos. Es importante acariciarle, hablarle y sonreírle para estimularle.
  • Se debe tomar en cuenta que el llanto no siempre es igual a hambre. Es la única manifestación de emociones que tiene el bebé en estos primeros meses, cuando se relaciona con hambre, generalmente es rítmico y se va haciendo más fuerte. 

También es importante recordar que si el niño acaba de comer y mantiene el reflejo de succión, esto no implica que tenga hambre todo el tiempo porque dicho reflejo es de tipo primitivo hasta el año de edad y se desencadena cuando se roza la boca o las áreas alrededor de la misma, aún sin tener necesariamente hambre.

  • Se recomienda colocar al bebé en la cuna cuando esté despierto o somnoliento para así tratar de que su último recuerdo antes de dormir sea la cuna y no la presencia del alimento, esto ayuda a que se vaya adaptando a la cuna como un espacio familiar nocturno.
  • Se sugiere seguir la misma rutina a la hora de acostarlo, ya que utilizar distintas rutinas puede dificultar el desarrollo del hábito del sueño.
  • Tratar de no despertar al bebé para alimentarlo (a menos que existan indicaciones específicas como por ejemplo la prematuridad y el bajo peso al nacer). Si se inquieta, se sugiere esperar 5 minutos para verificar si lo que tiene es realmente hambre.

Entre los 5-6 meses:

  • Durante este tiempo, el bebé normalmente se despierta una o dos veces durante la noche para comer. Estos lapsos de tiempo se van a ir prolongando de forma progresiva hasta desaparecer al año de edad.
  • Las siestas durante el día son frecuentes, aproximadamente dos veces al día, durante las horas de la mañana y de la tarde. Es importante tratar de que la siesta de la tarde, sea más bien cercana al mediodía y no después para que no desorganice la hora de acostarlo en la noche.
  • Si el niño despierta más de lo habitual durante la noche, se recomienda consolarlo sin alterarle el ambiente encendiendo la luz o sacándolo de la cuna. Se sugiere utilizar frases cariñosas y caricias para que concilie de nuevo el sueño.
  • Se le puede colocar un peluche o muñeco que sea su compañero de cuna y dejar la puerta abierta del cuarto para poder escucharlo con facilidad.

Al cumplir los 12 meses:

  • A esta edad, generalmente el niño mantiene 1 siesta al día, se sugiere evitar que ésta sea prolongada o tardía.
  • El ambiente debe ser oscuro, tranquilo (con el menor ruido ambiental) y con una buena temperatura evitando el exceso de calor o frío que pudieran favorecer los despertares nocturnos.
  • La hora de acostarse en la noche y de levantarse en la mañana deben ser aproximadamente la misma todos los días.
  • Evitar acostar al niño con hambre, considerando también que el exceso de consumo de líquidos antes de acostarse, favorece los despertares nocturnos.
  • Tratar de que los niños se duerman solos, sin distraerlos a la hora del sueño.
  • Evitar la actividad física vigorosa 1-2 horas antes de acostarlo.
  • Evitar alimentos como chocolate y gaseosas sobre todo antes de acostarlo a dormir.

A los 2 a 5 años de edad:

  • Hasta aproximadamente los 2 años de edad, la siesta del día puede ir desapareciendo, especialmente porque las actividades del niño aumentan, así como su interés por el medio ambiente que le rodea. A esta edad, hay niños que pueden mantener la siesta, lo cual no implica ninguna alteración, mientras ésta no sea tardía y prolongada y altere la hora de acostarse en la noche.
  • Cuando esporádicamente el niño tenga dificultades para conciliar el sueño en la noche, es importante reflexionar sobre lo acontecido en el día y transmitirle siempre seguridad y tranquilidad.
  • Intentar que el niño vaya creando su ambiente propio para dormir, por ejemplo su habitación con sus juguetes, con una temperatura adecuada y sin excesos de luz.
  • Es frecuente que a esta edad, aparezcan los terrores nocturnos, amigos imaginarios y pesadillas. Se recomienda para evitar el miedo a la oscuridad, utilizar pequeñas lámparas que van conectadas al toma corriente y que mantienen el ambiente más claro sin llegar a ser excesivo.
  • Se recomienda que el niño consuma líquido hasta una hora antes de dormir para evitar los despertares nocturnos para ir al baño, en el caso de aquellos que ya controlan esfínteres, o en niños más pequeños dentro de este grupo, la incomodidad que les causan los pañales excesivamente mojados.

En la edad escolar y adolescencia:

  • Considerar que a esta edad, hay un retraso fisiológico del inicio del sueño.
  • Utilizar horarios regulares para acostarse en la noche y levantarse en la mañana.
  • Favorecer la práctica de actividades deportivas y/o recreativas durante el día para evitar el sueño diurno que al hacerse prolongado puede alterar la hora de acostarse en la noche y provocar la inversión del patrón de sueño-vigilia.
  • Evitar el uso de celulares, videojuegos, computadores, televisores una hora antes de dormir.
  • Evitar el consumo de bebidas estimulantes como gaseosas con cafeína, café, té, especialmente después de la comida del mediodía.
  • Tener regularidad en los horarios de las comidas.
  • Evitar dormirse con el televisor encendido, ya que esto disminuye la profundidad del sueño.
  • Recordar que es muy importante un buen ejemplo de hábitos por parte de los padres.
  • Favorecer la inclusión de temas relacionados con el sueño en programas educativos.
  • Estimular la utilización de una buena iluminación dentro de las aulas de clases en horas de la mañana para favorecer una adecuada atención por parte de los escolares y adolescentes, disminuyendo así la probabilidad de somnolencia durante el día.
Es importante recordar que cada familia tiene su nivel de tolerancia y sus propias creencias: no hay sistemas buenos ni malos, sólo diferentes.

Referencias

  • McNamara P, Belsky J, Fearon P. Infant sleep disorders and attachment: sleep problems in infants with insecure-resistant ver- sus insecure-avoidant attachments to mother. Sleep Hypnosis. 2003; 5(1): 7-16.
  • James-Roberts I St, Guillam P. Use of a behavioural programme in the first 3 months to prevent infant crying and sleeping problems. J Paediatr Child Health. 2001; 37(3): 289-297.
  • Van den Bulck J. Television viewing, computer game playing, and internet use and self-reported time to bed and time out of bed in secondary-school children. Sleep. 2004; 27(1): 101-104.
  • Johnson JG, Cohen P, Kasen S, First MB, Brook JS. Association be- tween television viewing and sleep problems during adolescence and early adulthood. Arch Pediatr Adolesc Med. 2004; 158(6): 562-568.
  • Albares J, Alonso L et al. Medidas preventivas de los problemas del sueño desde el nacimiento hasta la adolescencia. Acta Pediatr Esp. 2010; 68(4): 00-00

Trastornos del Sueño en la Infancia y la Adolescencia. 

Dra. Magaly Bottaro Omaña.

«El sueño es una necesidad fisiológica fundamental para nuestra salud«

El sueño es una necesidad fisiológica fundamental para nuestra salud y como, toda conducta humana, pasa por cambios y condiciones adaptativas que están en relación con la maduración del sistema nervioso central, es así que los patrones y necesidades del sueño cambian evolutivamente en función de la edad, las variaciones individuales y culturales.

Las necesidades del sueño son variables según la edad desde 16 horas en los neonatos hasta 8 horas en la población de 18 años:

EDADHORAS DE SUEÑO
Neonato a término16 Horas
3 meses15 Horas
12 meses14 Horas
2 años13 Horas
5 años11 Horas
9 años10 Horas
14 años9 Horas
18 años8 Horas

Las características del sueño infantil varían hasta que se establecen las 2 fases del sueño bien diferenciados del adulto: el sueño de movimientos oculares rápidos (REM rapid eye movement, por sus siglas en inglés) y el sueño de no movimientos oculares rápidos (NREM, non rapid eye movement, por sus siglas en inglés) que se alternan de manera cíclica (4 a 6 veces) durante el sueño.

Los trastornos del sueño en la niñez constituyen uno de los principales motivos de consulta en Neuropediatría e inclusive, aunque a veces no son la causa principal de la consulta, durante la realización de la historia clínica, se ponen de manifiesto. La proporción de niños que los padecen de forma transitoria es muy elevada. Se estima que hasta el 30% de la población infantil presentan alteraciones crónicas del sueño y los pacientes con patología neurológica tienen mayor riesgo de padecerlos. Estos trastornos pueden impactar en el desarrollo del niño y en la calidad de vida de sus familiares; ya que, además de afectar el comportamiento y el estado de ánimo, también pueden alterar las funciones cognitivas disminuyendo la atención selectiva y la memoria, con el consiguiente deterioro del rendimiento escolar. Así mismo la irritabilidad e hiperactividad son síntomas frecuentes de la deprivación de sueño.

La Clasificación Internacional de los Trastornos del Sueño según el Manual diagnóstico y codificado, segunda edición (ICSD-2) incluye las siguientes categorías: insomnio;  parasomnias; hipersomnias; trastornos del sueño relacionados con la respiración; alteraciones del ritmo circadiano y alteraciones relacionadas con movimientos anómalos del sueño.

Insomnio: dificultad reiterada de iniciar y/o mantener el sueño y/o la alteración de la calidad del sueño que ocurre a pesar de aplicar las condiciones óptimas para  lograrlo con consecuencias en el funcionamiento diario del niño y su familia. Se manifiesta como resistencia para acostarse o despertares nocturnos que requieren intervención de los padres. Aunque puede ocurrir en cualquier niño, puede ser más prevalente en niños con patologías psiquiátricas o condiciones neurológicas, como por ejemplo el autismo.

Parasomnias: son trastornos de la conducta o comportamientos anómalos que tiene lugar durante el sueño o en la transición sueño-vigilia que pueden llegar a perturbarlo y se caracterizan por activación del sistema nervioso vegetativo. Puede haber cierta influencia genética. Los tipos más comunes de parasomnias son: el sonambulismo, terrores nocturnos y las pesadillas.

Trastornos del sueño relacionados con la respiración: síndrome de apnea obstructiva del sueño. Se caracterizan por la presencia durante el sueño de episodios de obstrucción total o parcial del flujo aéreo en la vía respiratoria alta, provocando alteración de la ventilación normal durante el sueño y como consecuencia desestructuración del mismo. Se asocian con ronquidos y microdespertares que fragmentan el sueño originando un sueño intranquilo y somnolencia diurna, cansancio, dolores de cabeza y en niños escolares, bajo rendimiento escolar. Pueden deberse a causas anatómicas, como la hipertrofia de amígdalas y/o adenoides y neurológicas, como la alteración del tono muscular que condicionan una disminución del calibre de la vía aérea superior.

Los trastornos del sueño en la niñez constituyen uno de los principales motivos de consulta en Neuropediatría.

Alteraciones del ritmo circadiano:

a) Síndrome de fase de sueño retardada: se caracteriza por un retraso, normalmente mayor de 2 horas, en el inicio del sueño y del despertar en relación con el horario socialmente aceptado, produciendo síntomas de insomnio con dificultad para iniciar el sueño y dificultad para despertarse a la hora requerida para realizar actividades sociales o académicas. Es más frecuente en adolescentes. Puede existir algún componente genético.

b) Narcolepsia: se caracteriza por una somnolencia excesiva durante el día (obliga a siestas repetidas o entradas repentinas al sueño durante el día); cataplejía (pérdida brusca del tono muscular provocada por emociones fuertes); alucinaciones; parálisis del sueño (incapacidad generalizada y transitoria para moverse o hablar durante la transición sueño-vigilia). Su pico de incidencia es a los 15 años y puede tener también una predisposición genética.

Alteraciones relacionadas con movimientos anómalos durante el sueño:

a) Movimientos rítmicos relacionados con el sueño: son movimientos rítmicos, estereotipados y repetitivos de balanceo de la cabeza o de todo el cuerpo asociados en ocasiones a ruidos que se emplean durante la conciliación del sueño o durante éste. Tiene una prevalencia de 59% en lactantes y disminuye al 5% a los 5 años. En niños con autismo y trastornos del neurodesarrollo pueden persistir en el tiempo.

b) Síndrome de piernas inquietas: necesidad imperiosa e irresistible de mover las piernas, asociando una sensación desagradable y/o dolorosa que empeora con el reposo y mejora moviendo las piernas. Aparece en la transición vigilia-sueño, dificultando la conciliación del sueño y desencadenando insomnio, disminución de la atención, hiperactividad y somnolencia diurna excesiva. Es más frecuente entre los 8 y 17 años y en algunos casos de relaciona con anemia ferropénica, insuficiencia renal crónica, diabetes mellitus.

c) Movimientos periódicos de las piernas: se presentan en el 80-90% de los pacientes con síndrome de piernas inquietas. Son movimientos musculares breves, bruscos, rápidos e involuntarios de las piernas, que se caracterizan por extensión del primer dedo del pie y dorsiflexión del tobillo. Pueden presentarse con una frecuencia de más de 5 por hora.

Evaluación de los trastornos del sueño:

Un buen interrogatorio y exploración física son fundamentales es el diagnóstico de este tipo de trastornos. Se deben revisar los hábitos del sueño considerando la edad del niño, las rutinas a la hora de acostarse, el consumo de cafeína, el uso de aparatos electrónicos cercanos a la hora de dormir, así como determinar posibles causas o condiciones neurológicas que puedan estar relacionadas y la presencia de estos trastornos en miembros de la familia, sobre todo en primer grado de consanguinidad como padres y abuelos.

No es habitual la realización de estudios paraclínicos o complementarios a menos que de acuerdo al interrogatorio y examen físico, se hayan conseguido posibles causas médicas asociadas. En este sentido, es muy importante individualizar cada caso para determinar la necesidad o no de hacer por ejemplo: estudios de laboratorio como hematologías completas, perfil tiroideo, electroencefalogramas y polisomnografías (sobre todo si existe la sospecha de un aumento del volumen habitual de las amígdalas o adenoides). 

Tratamiento:

Las medidas de higiene del sueño y la terapia cognitivo-conductual constituyen el tratamiento de primera línea, ya que son los más eficaces a largo plazo. En general, existe poca evidencia del uso de terapia farmacológica en el tratamiento de estos trastornos de la infancia, a menos que se traten de condiciones o patologías neurológicas específicas.

El manejo de estos trastornos se hace siempre de la mano del Pediatra o Neurólogo Pediatra para conocer las características exactas del mismo y las medidas de orientación y manejo en cada caso.

  Referencias

  • American Academy of Sleep Medicine. International classification of sleep disorders, revised. Diagnostic and coding manual. Chicago, Illinois: American Academy of Sleep Medicine, 2001. http://www.absm.org/PDF/ICSD.pdf
  • Sánchez Carpintero-Abad, R. Trastornos del sueño en la niñez. Unidad de Pediatría. Departamento de Pediatría. Clínica Universitaria de Navarra, Pamplona, 2008, pp. 256-261.